“Oren sin cesar” (Efesios 6,18), no significa que dejemos de trabajar; significa que hay que saber encontrar a Dios que está en todas partes y en todo momento.
La Pausa Diaria es una manera especial de aprender a hacer oración constante. Se trata de ir recorriendo, junto con el Señor, lo que ha sucedido en el día, conversándolo con Él. Procuro descubrir por dónde me ha querido llevar el Señor. Sé que Él está siempre está conmigo; ahora quiero tomar conciencia de esa verdad, escrutando todas las horas de mi día .
La Pausa Ignaciana propone tres momentos:
1. Agradezco lo bueno Me pongo en la Presencia de Dios, dejando de lado las preocupaciones, haciendo un momento de silencio interior.
¿Qué me ha dado Dios en este día?
¿Qué acciones buenas he realizado?
¿Qué he dado a los demás, en gestos, miradas, palabras, acciones, etc.?
2. Pido perdón por lo negativo En nuestra vida se entremezclan luces y sombras.
¿Cómo he vivido?
a. Con Dios ¿Me he acordado de mi Padre? ¿He sentido su amor por mí? ¿He confiado en Él?
b. Con mis hermanas y hermanos: ¿Me he abierto a las demás personas? ¿He sido sensible a sus necesidades?
c. Conmigo mismo: ¿Me miro con sinceridad? ¿Me autoengaño? ¿Me justifico? ¿En qué fallo? ¿Qué he dejado de hacer? ¿Qué debía haber hecho? Pido perdón conversando con el Señor, como con un amigo, con mucha confianza.
3. Pido gracias para el futuro
a.¿Cómo puedo prepararme mejor para mañana?
b. Pido ayuda al Señor para mejorar; para dar un paso más en el camino iniciado.
c. Pido al Señor que me ayude a abrirme a los demás; de una manera especial a los más débiles y marginados.
d. Pido al Señor que me ayude a comprometerme para en todo Amar y Servir.
Comentarios
Publicar un comentario